Estar bombardeado por una gran cantidad de información, muchas veces falsa y casi siempre interesada, es malo; pero es peor que seamos nosotros mismos los que nos expongamos voluntariamente a este bombardeo, esto es la infoxicación. La infoxicación consiste en una sobrecarga de información difícil de procesar (1).
La sobrecarga informativa durante la pandemia del COVID-19 (declarada por la Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo de 2020) ha sido intensísima y colmada de bulos, falsas noticias, contradicciones y confusiones. Tanto es así que muchos psicólogos advertían que para conservar la salud mental durante los momentos más duros de la pandemia era necesario que cada persona controlase la información que recibía, ciñéndose a fuentes fiables y huyendo de los bulos (2).
El 24 de Febrero de 2022 Rusia invadió Ucrania, pero la guerra informativa, junto con la sobrecarga que conlleva, ya había estallado antes. En esta guerra, además de las informaciones y desinformaciones de los gobiernos y los centros de poder, hay una actividad efervescente de los usuarios de las redes sociales, muchos ucranianos cuelgan videos y fotos de la guerra en Twitter, Instagram o Telegram, que pueden ser compartidos por personas de todo el mundo. Los usuarios de las redes se decantan, declarando mayoritariamente su rechazo a la guerra. Pero en esta ebullición informativa, cuesta distinguir hechos de ficciones, deseos de realidad y, al final, se fomenta la ansiedad y la rabia, se erosiona la confianza en el futuro y no se avanza ni en la convivencia, ni en la paz.

Font original: Jordi Fernández-Castro